GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

Todo parece indicar que el mal se va extendiendo en el mundo y, ante la impunidad del mal, podemos sentirnos impotentes y creer que nada podemos hacer para detenerlo. Peor aún, corremos el riesgo de habituarnos a convivir con el mal. Lo cierto, sin embargo, es que cada uno de nosotros puede hacer mucho para que el mundo no se siga deteriorando. En primer lugar, todos los creyentes podemos rezar, porque aunque en un mundo pragmático y utilitarista la oración parece un espiritualismo desencarnado e inútil, la verdad es que la oración tiene un poder enorme. Junto con la oración, o incluso aquellos que no creen en el poder de la oración, cada uno de nosotros puede ayudar a una o más personas que son víctimas de la injusticia y del mal. Por ejemplo, podemos ayudar, aunque sea un poco, a una familia pobre que pasa necesidad; podemos visitar periódicamente a algún anciano cuya familia lo ha abandonado en un asilo; podemos hacer algo de voluntariado y hasta comprometernos seriamente en alguna obra de bien social.

Hacer el bien es el mejor antídoto contra el mal. Este tiempo de Pascua es un tiempo oportuno para optar por el bien y decidirnos a hacer algo por mejorar la sociedad y el mundo en el que nos ha tocado vivir. La victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte, que celebramos en este tiempo es la garantía de que el mal no es la última palabra y de que, si así lo deseamos, también en nosotros se puede dar esa victoria sobre el mal, no por nuestras propias fuerzas, sino por el poder de Jesucristo que ha resucitado y está dispuesto a darnos el Espíritu Santo, que nos transforma desde dentro y nos capacita para renovar el mundo.