Un nuevo bono de 210 soles para quienes tienen una remuneración menor a los 2000 soles puede ser románticamente populista. Pero, entregarle recursos a gente que no los necesita es un robo a quienes solventan dicho pago: los contribuyentes. Y lo peor es que ni un -don nadie- congresista ha pedido una revisión a la planilla beneficiaria por temor a ganarse enemigos en la calle.

Lo mismo ocurrió durante la pandemia en el 2020: algunos alumnos de universidades particulares en Lima y provincias, donde las pensiones oscilan entre los 1000 y 2000 soles, recibieron bonos familiares de 760 soles, aún sin tener hijos. ¿De dónde salió ese dinero? Gran parte es de la clase media, a la que la Sunat se encarga de asaltarla, por supuesto.

Ahora bien, este beneficio monetario es desequilibrado. Por ejemplo, a quienes obtienen más recursos -con más trabajo- se les obliga a reactivar la economía con el pago de nuevos impuestos; mientras a aquellos que ganan menos se les intenta solucionar sus problemas con nuevos donativos. ¿Qué hicieron bien unos y otros no para merecer ese trato?

Algunos emprendedores, al ver la situación crítica a causa de la pandemia, apostaron por relanzar sus negocios, mantener al personal de su planilla y rezar para que las restricciones de aforo se redujeran y acabaran. Otros, quienes menos ganan -y pese a cierta estabilidad laboral- no tuvieron la oportunidad de lograr nuevos ingresos y ahora recibirán un apoyo no reembolsable.

La paradoja de todo esto es que ningún contribuyente clasemediero, formal, recibió el respaldo del Estado: ni bono familiar, ni bono de electricidad, ni bono por pago puntual. Por el contrario, aquellos exonerados de cancelar impuestos por baja remuneración, resultan con más respaldo económico. Así es el Perú.