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Estos tres hechos parecen una seguidilla de malas noticias. Sin embargo, pienso que es más una tendencia que deberíamos tratar de entender, porque existen entre ellos similitudes y consecuencias riesgosas.

La primera de ellas es que las encuestadoras no pudieron advertir el resultado real y se equivocaron en los tres casos. Las explicaciones de esto son muchas, sin embargo, encuentro dos factores en común: el primero es que muchas personas no están dispuestas a decir lo que realmente piensan, por tratarse de opiniones “políticamente incorrectas”, y la segunda es que las personas que debieron o pudieron votar no lo hicieron (recordemos que en los tres casos el voto no era obligatorio).

Esto nos lleva a concluir que existe una parte importante de la población que no está de acuerdo con los que parecían ser los valores universales del mundo moderno -la tolerancia social y la apertura económica- y que además está dispuesta a manifestarse de manera activa y por tanto efectiva a través de referéndums, elecciones o protestas. Ya es una realidad en muchas sociedades del mundo desarrollado el crecimiento y la consolidación de grupos xenófobos y poblaciones dispuestas a renunciar a los beneficios de la economía por mantener su forma tradicional de vida. Habría que preguntarse por qué.

La globalización del capitalismo y el desarrollo tecnológico están generando un crecimiento desigual en todo el mundo. Esta desigualdad hace que solo una pequeña porción de la población de cada país sea parte de este nuevo mundo global e hiperconectado, pero son muchos los que no ven ni sienten los beneficios sociales y económicos de esta tendencia. No es extraño que los estados y las poblaciones menos cosmopolitas de EE.UU. y Reino Unido sean los que apoyaron el Brexit y la elección de Trump.

Pareciera que el mundo se está encaminando a una polarización global, donde por un lado están los ciudadanos del mundo, quienes gracias a los recursos económicos y tecnológicos -y a pesar de sus diferencias culturales- forman parte de un grupo homogéneo, y por otro el resto de la población (que por cierto es la mayoría), que únicamente conoce su entorno y a la que la globalización no la ha beneficiado o tocado de manera positiva. Por tanto, este grupo rechazará el cambio de cualquier tipo, en algunos casos de manera violenta, como lo vimos en el Perú en Conga y Tía María.

Pienso que la única manera de evitar esto es entendiendo que necesitamos que el crecimiento y globalización del Perú y del mundo sean altamente inclusivos, beneficiando a todos. De no ser así, será inevitable que el enfrentamiento y la violencia sigan creciendo.