Te levantas abrumado porque la noche anterior escuchaste de corrupción, millones de dólares sucios, violencia, y sientes que nos vamos en picada, que cada vez tenemos menos cosas que celebrar. Pero luego lees que un tipazo a quien admiras desde hace mucho celebró sus 84 trabajando, ganándose los frejoles, dando trabajo, y tu cara cambia. Recuerdas que es ese mismo hombre que un día, hace ya casi 45 años, decidió que el Perú sería su segunda patria y la adoptó sin medias tintas. Y hay más: prestando lo que no tenía, empezó a producir obras de teatro, a formar público, a disfrutar de éxitos y llorar por los fracasos, porque así como la ficción, la vida real también tiene de drama y comedia. Y te vas dando cuenta de que no todo está perdido, de que siempre habrá hombres y sus historias que te devuelvan la sonrisa, la esperanza. Aunque no se lo propusieron, son ejemplo y lo siguen siendo, a pesar de que a muchos de ellos no les guste el reconocimiento y les baste con el aplauso de la platea. Osvaldo Cattone es de esta cada vez más rara especie en extinción de hombres y mujeres del teatro que no renunciaron a sus sueños. Cattone, el de los 84 bien vividos, sigue sobre el escenario y habla de cada proyecto teatral como si fuera el primero de su carrera. Es “El caballero del Marsano”, que se da el lujo de protagonizar, dirigir y producir en 2017 El té de las cinco y armar su espectáculo al lado de varias de sus actrices preferidas, y lograr que todo funcione como reloj suizo. Es el hombre que está pendiente de cómo va la venta en la boletería, se preocupa si la sala está dispuesta para recibir al público y y se le alborota el corazón cuando le dicen que se agotaron las localidades. Argentino que extraña Lima a la semana que está en Buenos Aires, más peruano que el cebiche, también es el maestro que va a ver a sus colegas de teatro y sin mezquindad alguna recomienda sus obras. La sabiduría de los años le ha permitido superar la etiqueta de director de obras de “teatro comercial” que le pusieron sus críticos, aquellos que olvidaron que Cattone también puso en escena a García Lorca, Shakespeare, Casona y Arthur Miller. Por encima de las mezquindades, Osvaldo Cattone sigue recorriendo el Marsano, amando el teatro, celebrando la vida, comiéndose los años y sobre todo haciendo lo que le gusta. Larga vida y mucha “merde” al maestro, quien cada vez que se abre el telón de su mítica sala, siente que le dan una nueva oportunidad para seguir viviendo.