El idioma español que todos hablamos en el Perú y en América y en muchas partes del mundo es una de las lenguas más extraordinarias que cuenta la humanidad. Fue Antonio de Nebrija, uno de los mayores humanistas españoles del siglo XV, autor de la primera gramática castellana, quien le diera vida orgánica al idioma que determinó el poder en la península Ibérica.
El idioma español es fino y exquisito y sin duda constituyó uno de los mayores legados de la presencia de los europeos en el Nuevo Mundo. Para escribir bien solo hay un requisito: leer bien y mucho. Nadie que lea habitualmente escribirá mal.
El lector de verdad es descubierto cuando lee y cuando habla. Tampoco quien se exprese con propiedad es difícil que no lea ni escriba correctamente. De allí que quien lea y hable bien siempre será un buen escritor.
El problema es que la gente no lee o lo hace con poca frecuencia y todas las explicaciones que invoque siempre serán injustificables. Mi madre, arriba de los 80 años, siempre está leyendo y ese ejemplo tanto le agradezco. En el Perú, la mayoría de estudiantes universitarios son lectores de separatas. Muy pocos leen un libro y completo. Es verdad que allí no comenzó el problema sino en la infancia y la niñez. Todos invocamos fe de erratas, pero eso es distinto a escribir mal. Teclear por error no es lo mismo que teclear mal pensando erradamente que está escribiendo bien como acaba de suceder en Puerto Rico al consignar en el vocativo del rey de España “Magestad” por Majestad que es lo correcto, en el marco del VII Congreso Internacional de la Lengua Española que se desarrolla en ese país. Leamos para hablar y escribir bien, pero sobre todo para ser siempre libres.