El próximo marzo se instala el nuevo Congreso y, más allá de los diálogos multipartidarios para conformar la Mesa Directiva, las propuestas son escasas -considero- por dos motivos: solo tienen en mente la populista eliminación de la inmunidad parlamentaria y el desaliento de la opinión pública de que con tan poco tiempo nada se podrá lograr.

Sobre lo primero: ¿es lo más urgente debatir sobre la eliminación de la inmunidad parlamentaria? Considero que, como tema de campaña, era una idea para atraer al público incrédulo de la clase política. Sin embargo, vale la pregunta, ¿la anulación de este derecho mejoraría en un futuro la calidad de los legisladores?

Acerca de lo segundo: Algunos electos legisladores se han tomado a pecho la opinión de que, al estar cerca de las elecciones de 2021, tendrán una buena excusa para argumentar que hicieron poco porque no hubo más tiempo. Sin el talento de una pitonisa, creo que la gran mayoría apostará por un periodo completo para ejecutar sus “verdaderos” planes.

Entonces, ¿a qué jugará el nuevo Congreso? Tal vez muchas fichas se moverán en torno a la campaña presidencial. No cabe duda de que las agrupaciones con bancadas más numerosas estarán dispuestas a caminar sin estornudar. Y, siendo más atrevidos, varios bailarán al son de la música de Palacio de Gobierno.

Como ciudadanos, debemos estar atentos a lo que pueda desarrollar este periodo Legislativo extraordinario. No sería conveniente aplaudir a un jugador que, por su propia voluntad, ha querido lanzarse al campo a pelotear solo quince minutos. Sea un año o cinco, tienen la responsabilidad de mejorar la calidad de vida de las personas.