Las últimas encuestas proyectan algo preocupante. El nuevo Congreso estará muy fragmentado y el próximo Gobierno no tendrá mayoría. Salvo el voto cohesionado de Acción Popular, los demás partidos políticos no pueden generar el mismo entusiasmo para sus candidatos a la presidencia tanto como para los del Parlamento.

El que asuma el máximo cargo de la Nación el 28 de julio del 2021 tendrá un reto mayúsculo. Si en tiempos de crisis es muy difícil mantener el grado de expectativa, imagínense en estos terribles momentos por los que atraviesa el país, con la incredulidad y la impaciencia de la gente que quiere todas las soluciones de inmediato.

Por ello, se necesita un Ejecutivo que genere vínculos con el Legislativo. Ambos poderes deben encontrar algo que los pueda integrar. Nadie pide un clima de unión total porque eso es imposible, pero esperemos que la oposición sea constructiva y solidaria. Sería bueno que las discrepancias se promuevan desde el conocimiento y la capacidad. Lo peor sucedería si, como ahora, las acciones de los parlamentarios sean premeditadamente provocativas, estériles y sin ningún beneficio para los peruanos.

En los últimos días hemos visto candidatos al Congreso que ni siquiera conocen la región por la que postulan y otros llenos de sospechas. Si estos serán nuestros nuevos legisladores, solo se modificarán los nombres y vendrá más de lo mismo.