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Una vez más, el Congreso de la República ha captado toda la atención y el ambiente político ha vuelto a calentarse. Ello no solo porque la Comisión Permanente aprobó el informe para destituir a los legisladores Kenji Fujimori, Bienvenido Ramírez y Guillermo Bocángel, sino también porque la Contraloría de la República anunció que investigará las compras de televisores, frigobares y computadoras por parte del Parlamento.

El desafuero de los congresistas será visto ahora en el pleno y se necesitarán 67 votos para que se concrete la medida. Nada está definido aún y cualquier cosa puede pasar, previendo que ocurra más ruido político y menos tiempo y capacidad para abordar con rigor los grandes problemas del país. La tendencia a legislar de forma oportunista y de acuerdo con las urgencias políticas coyunturales origina que el Congreso se aleje de la gente y se demoren las reformas profundas.

Respecto del escándalo de las compras del Legislativo, la forma de responder de su titular, Luis Galarreta, ha evidenciado inseguridad e intransigencia al recurrir al amedrentamiento contra los medios. Se colocó a la cabeza de una corriente de intolerancia que parece deslizarse por la barranca del revanchismo y de la venganza. Cómo han cambiado los tiempos en los que el presidente del Congreso era enérgico, pero conceptuoso y mesurado; cuando era principista sin necesidad de ser incendiario. Ello confirma que para algunos congresistas lo dominante de su mensaje no es proponer o plantear ideas, sino responder con consignas.