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La presentación de listas de candidatos al Congreso se cerró el lunes y, como de era de esperarse, abundan los rostros nuevos. Ello es bueno si nos atenemos a que la población quería una renovación profunda de la política. Pero ni bien se conocieron los nombres, empezamos a mirar la mitad vacía del vaso. Y surgen comentarios desde que el candidato es un corrupto porque postula por determinada camiseta –aunque no ha asumido cargo alguno y todavía anda lejos de hacerlo– hasta que es incapaz o pudo elegir otro partido para postularse. En suma, de partida ya se percibe un ambiente de pesimismo total respecto del futuro, que es refrendado por el infaltable comentario del analista o del periodista de que “este Congreso será aún peor que el anterior”. Ello origina que la decisión para muchos posibles buenos congresistas potenciales sea especialmente difícil. Sin embargo, más allá de este pesimismo, existen hechos concretos que merecen repasarse. Primero, la postulación solo procede si se realiza a través de partidos políticos. Segundo, los partidos políticos son los que están inscritos en la ONPE y no hay más. Tercero todos los partidos tienen algún antecedente non santo y, además, es muy probable que haya en las listas más de uno con imagen o pasado tóxico. Cuarto, por tanto, si nos gusta un candidato, es inútil criticarle el partido por el que va o sus compañeros de lista. Finalmente, quinto, deberíamos mirar si hay gente con buena imagen que acompaña a un candidato y, por supuesto, qué propuestas concretas va a defender. Es decir, tratar de ver la parte llena del vaso, ya que resulta muy peligroso alentar el pesimismo exacerbado, en particular cuando vemos lo que pasa en países vecinos.

(Disclaimer: El autor postulará al Congreso para el 2020 y desde que se oficialice su candidatura, no tratara temas de política nacional)

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