Como miembro de una familia de emigrantes -5 de 8 hermanos que somos, salieron del país en los años 80, la denominada década perdida por el desastre económico nacional y la violencia terrorista que azotó el país-, me siento muy complacido de que el camino para que los peruanos en el exterior cuenten con una representación en el Congreso de la República, esté cada vez más cerca. Por ahora, por un dictamen de la Comisión de Constitución y Reglamento del Parlamento, se restituye el derecho de sufragio erradamente eliminado por el Congreso disuelto. Lo que debe seguir es que se haga justicia con los más de 3,5 millones de connacionales que se encuentran fuera de las fronteras nacionales y que contribuyen dinámicamente con el envío de remesas hacia el país, constituyendo un importante motor de nuestra economía, particularmente, la familiar o doméstica. El pleno del Congreso tiene ahora la responsabilidad histórica de consumar ese camino. En la aspiración plasmada en esa hoja de ruta, serán dos curules y es poco, pero dadas las circunstancias, creo que será un extraordinario comienzo. El sueño de Julio Salazar Moscoso, el octogenario y vigoroso peruano visionario que ha dedicado su vida y sigue haciéndolo por las comunidades peruanas en el exterior, promoviendo incansablemente que el derecho de elegir y ser elegido de nuestros compatriotas sea escuchada, atendida y, finalmente representada, deberá ser una realidad. Les corresponde por el mismo estatus jurídico que nuestra Constitución Política otorga a los peruanos dentro del territorio nacional, dado que aquellos, y sus hijos nacidos fuera del país, y los que nos hallamos dentro del territorio nacional, somos todos peruanos de nacimiento.

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