Las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) han disminuido en el mundo a raíz de las medidas tomadas por los países para controlar la pandemia del coronavirus; sin embargo, no nos engañemos. Pensando en el mediano y largo plazo -una vez pasado el respiro que le estamos dando a la Tierra- dependerá de las medidas futuras el que no retrocedamos en los esfuerzos programados para luchar contra el cambio climático.

En la COP de Madrid, realizada en diciembre del 2019, se nos exhortó a los países a incrementar nuestra ambición y nuestro sentido de urgencia sobre la crisis climática. No hay tiempo que perder para migrar hacia una economía baja en emisiones; lo que vivimos hoy (incendios, sequías y lluvias extremas), decían, es una señal de advertencia sobre lo que puede venir.

El cambio climático implica efectos aún mayores que los que estamos evidenciando por el coronavirus, pero estos no se equiparan con la velocidad y crudeza con la que identificamos las muertes producto del COVID-19. Deberíamos pensar en esto como una alerta de lo que podríamos tener en un futuro no muy lejano si no hacemos nada.

Muchas empresas a nivel mundial, y también en el Perú, tienen hojas de ruta definidas para ir reduciendo emisiones de GEI. Se propusieron implementar una serie de medidas de economía circular transitando hacia una economía baja en carbono.

Luego de la pandemia, cuando esta se encuentre controlada, tendremos que trabajar fuertemente para recuperar la economía. La gran pregunta en ese momento será: ¿vamos a reconstruir una economía poco amigable con el ambiente?, ¿o seremos capaces de construir juntos una economía que ponga los incentivos correctos para las decisiones correctas?

Todos los países deberán tomar medidas para ir reactivando sus economías. Esas medidas de reactivación deberían estar alineadas para impulsar la acción climática. Si hacemos ello, no solo habremos sobrevivido a una pandemia, también habremos aprendido una gran lección.