En menos de un mes vamos a cumplir un año de la declaratoria de emergencia por el COVID-19 y luego de dos presidentes, una economía colapsada y 100 mil muertos, es inconcebible que hasta ahora no se haya atendido el grave problema de la falta de oxígeno medicinal que todos los días está cobrando más vidas, mientras que los familiares de los afectados haciendo colas durante días para obtener algo de este producto, ya son parte del paisaje del Perú del bicentenario.
La gente ya no solo se moviliza hasta las puertas del local del “Ángel del oxígeno” en el Callao o hasta una planta similar en Villa El Salvador. En los últimos días se ha visto un éxodo de vehículos con dirección a Pisco, donde es posible obtener algo de este producto. La gente llega desde Lima, así como desde Huancavelica, Ayacucho y otras zonas de nuestro país, donde la gente se sigue muriendo por una situación que debió preverse hace mucho.
No olvidemos que estamos en una segunda ola de contagios, y que una vez que la primera perdió su intensidad entre los meses de setiembre, octubre y noviembre, hubo un espacio para corregir las fallas, entre ellas la poca capacidad de producción de oxígeno medicinal. Podría decirse que la turbulencia política ató de manos a las autoridades, pero ya estamos por acabar febrero y el desabastecimiento continúa. Ni para culpar a Manuel Merino o a sus detractores.
Lo que más indigna es que en medio de esta inacción que está causando muertes todos los días, los que debieron hacer algo para solucionar este problema y facilitar la implementación de más plantas de oxígeno, estaban empeñados en salvarse con vacunas de contrabando. Me refiero a Martín Vizcarra y en especial a Pilar Mazzetti, sus viceministros y sus funcionarios, a quienes los libros de historia jamás deben olvidar.
Estamos en febrero de 2021, pero parece que la pandemia recién nos hubiese sorprendido. ¿Cuántos peruanos más tendrán que morir para que no haya escases de estos balones verdes? Es tanta la necesidad que hasta han aparecido mafias que buscan sacar su tajada en medio de tanto pesar. El presidente Francisco Sagasti y su ministro Óscar Ugarte –de antecedentes nada santos en lo relacionado al oxígeno medicina- tienen que hacer algo, y no ser los Vizcarra y Mazzetti del 2021.