Los puertos del Perú son los puntos de partida de los cargamentos de droga porque no cuentan con la tecnología adecuada para su vigilancia, una deficiencia que es aprovechada por las mafias de narcotraficantes que sacan sus productos a diario a los mercados norteamericano y europeo.
Así como Ecuador padece la tiranía del crimen organizado por su principal puerto en Guayaquil, en el Perú son unas coladeras Paita, Salaverry y el Callao. Sin embargo, es curioso que, salvo el caso de los Cuellos Blancos del Puerto, ni en Piura (Paita) ni en Trujillo (Salaverry) hayan habido caídas importantes, pese a que con frecuencia hay incautaciones de contenedores de cocaína. Por ejemplo, tras el caso Carboneros no hubo ni un pez gordo tras las rejas.
¿Por qué la lucha contra el narcotráfico no es constante en la costa del país? ¿Por qué en Trujillo no hay una Fiscalía de lavado de activos? ¿Por qué en Paita incautan droga con frecuencia? Lo que padece el país norteño no se ha visto ni en México, y eso ocurre porque el Estado es débil. En el Perú preocupa que la delincuencia común ya no tenga reparos en ejecutar atracos en el Centro de Lima o que los bandidos entren a bancos a levantar el dinero, como ocurría en la década ochentera. Sin duda, estamos retrocediendo.
Esas lacras del Ecuador no se van a quedar de brazos cruzados, y lo más probable es que hayan planeado reubicarse en nuestro país, en las zonas más descuidadas por el Estado. Debemos prestar más atención a las zonas portuarias, el verdadero corredor del narcotraficante.