El virreinato produjo al criollo, el hijo de españoles nacido en América, que comenzó a amar la tierra que lo vio nacer. Acumuló en ello, el desprecio del peninsular que le enrostra no haber nacido en la “Madre Patria”. En toda la región se produjo este fenómeno pero en el Perú, que era el centro del poder español, surgió la sociedad mestiza, que hizo más rica a nuestra identidad. El criollismo cobra vida durante el siglo XIX y muestra su apogeo durante la primera mitad del XX, acaparando el vals venido de Europa. Luego, de una base aristocrática, se diversifica y penetra en los sectores populares. Para algunos, el criollismo, que exalta con la música –guitarra y cajón- la vida popular destacando nuestras tradiciones, fue una reacción al indigenismo iniciado en los años 40 por la migración rural hacia la ciudad, curiosamente cuando en los países de América Latina había seguido un proceso inverso. Siendo, esencialmente de la costa, el criollismo es el productor permanente del alma de la Lima de antaño, evocándola como Ciudad Jardín, llena de balcones, tamaleros, anticucheras y picaroneras, carnavales y procesiones. El presidente Manuel Prado, asiduo al histórico bar Cordano -fundado en 1905- para saborear su afamado tacu tacu, comprendió su sello inmanente en nuestra idiosincrasia, y por eso instauró un día como hoy, de 1944, el “Día de la Canción Criolla” y lo hizo en la plaza Buenos Aires del emblemático “Barrios Altos”, epicentro de la bohemia de aquellos tiempos, y que luego pasó a los callejones, solares y quintas de los demás barrios de Lima. Suerte para los que salimos del barrio –el mío fue Surquillo- y ver desde niños las grandes jaranas familiares, evocando los valses de Felipe Pinglo, las voces hasta el éxtasis de Lucha Reyes, Jesús Vásquez y Rómulo Varillas, y con ellos, al genio Augusto Polo Campos y al inigualable Luis Abanto Morales. Homenaje en esta fecha a la centenaria, universal e inmortal Chabuca Granda, y a la diosa y leyenda, Alicia Maguiña, que nos acaba de dejar. Hoy, con la voz única de Lucía de la Cruz, la mágica interpretación de Eva Ayllón, y con ellas, la talentosa y multifacética Francoise Rodríguez.