Como era de esperar, la encuesta de Vox Populi sobre la religión católica realizada por encargo de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima ha tenido poco eco en nuestra clase política, absorta en su ombliguismo palaciego. Los opinólogos anticlericales de siempre han guardado un cobarde silencio con el objeto de que esta pase desapercibida y se sumerja pronto en el Maelstrom de la coyuntura. Sin embargo, basta con examinar la encuesta para descubrir que la Iglesia Católica puede convertirse en un factor esencial de cara al 2016. Y esto es lo que hace temblar a sus enemigos.

En efecto, el 93.4% de los peruanos se manifiestan cristianos y los católicos llegan a sumar el 78% de nuestra población. El 87.6% de los cristianos aseguró que no votaría por un candidato que esté a favor del aborto. Y el papel del Cardenal es abrumadoramente respaldado por ese 78% de católicos que tanto pesará en unos meses. Ciertamente, los católicos están divididos en la necesidad de que la Iglesia opine sobre la política (48%-47%), pero este extremo es superable si se pone en vitrina algo evidente: los valores religiosos, los valores del cristianismo, son imprescindibles para regenerar el Perú.

Es interesante contemplar el efecto que esta encuesta ha provocado en los opinólogos de siempre. Si tocas a una minoría política, sexual o económica, el ombliguismo relativista salta hasta el techo y se contorsiona como la niña del exorcista. Pero si se ridiculiza a la mayoría cristiana, solo repta un silencio cobarde y pura complicidad. Con todo, ante la evidencia de esta encuesta, esta indiferencia dolosa pronto dará paso al ataque pseudo-técnico falsamente imparcial. El verdadero líder político tendrá que cavilar sobre el peso real del cristianismo peruano, una organización desorganizada que aunque no cuente con las “divisiones” de Stalin, está más que lista para pelear.