En el colmo de los peruanos, el Estado ha tenido que amenazar a los pobladores de un sector del norte del país que no permitan la fumigación de sus viviendas contra el vector del dengue. La verdad, no se puede entender cómo hay gente que muestra una tendencia suicida solo para dar la contra a una medida que les puede salvar la vida.

En Piura, por ejemplo, las autoridades de Salud han dispuesto que un grupo de fiscales acompañe a los brigadistas para presionar a los moradores a que abran sus puertas y permitan la respectiva desinfección de sus viviendas, a pesar de las seis personas muertas por dengue y el estado de emergencia sanitaria en que se encuentra la mayor parte de dicha región.

No es mucho el porcentaje (4%) de personas que no dejan ingresar a los fumigadores, pero basta con que una casa sea criadero de zancudos Aedes Aegypti para que el resto de los vecinos estén en peligro, en el peor de los casos, de muerte. ¿Pero qué pasa por la cabeza de esa gente? Ganarse problemas con la autoridad por la falta de educación de prevención no es una acción justificable.

Y este mal ejemplo también está ocurriendo en Tumbes y Lambayeque (Motupe), en donde se ha denunciado esta misma actitud de los pobladores que impiden descartar la presencia del vector maligno en sus inmuebles. Es un tema de egoísmo puro a pesar de los casi 3 mil casos registrados de dengue en la región tumbesina.

En Trujillo la cosa está por los 280 casos de dengue, y aunque no ha habido decesos de infectados, espero que los moradores no se porten de manera incivilizada y abran las puertas a quienes solo tienen la misión de salvar vidas. Después no se quejen.