Al momento de escribir esta columna, los números indicaban que Pedro Castillo tiene las mayores chances de ganar la elección de la segunda vuelta sobre Keiko Fujimori. Aún debemos esperar para darle el punto final y oficial a este proceso que ha sido intenso y, sobre todo, digno de una guerra fratricida, lamentablemente. Y ante esto vuelvo a remarcar aquello que sostuve ni bien cerró la elección el 6 de junio: gane quien gane deberá gobernar pensando también, obligatoriamente, en la otra mitad del país que lo ha rechazado, incluyendo demandas de ese segmento que no votó por él. El resultado así lo manda: aquí no ha ganado ni la continuidad del sistema, ni el cambio total y radical del mismo.
Entonces lo que nos queda es hacer un esfuerzo por tender puentes. Sí, suena a cliché y muchos lo han repetido por estas horas, pero no nos queda otra salida. El gobierno que empieza este 28 de julio no puede creer que ha recibido luz verde para hacer lo que le pide su voto duro, pues de lo contrario el país puede sufrirlo en el próximo lustro con consecuencias que a ningún peruano le convendrían. Vigilancia, oposición crítica, pero también vocación de recoger propuestas del otro lado de la vereda.
Por esas cosas del destino, ayer mientras muchos actualizábamos constantemente la página de la Onpe para saber cómo iba el avance de los votos para uno y otro candidato, hubo algo que nos alegró el alma a todos los peruanos sin distinción alguna: el triunfo de la selección peruana ante Ecuador. Otra vez, como en los años recientes, la selección nos unía en torno a un mismo sentimiento. Algo que era tan necesario en medio de esta situación de ruptura por la campaña electoral.
Ojalá eso fuera un inicio. Porque se nos vienen días y meses complejos, con desafíos tremendos y con heridas que serán muy difíciles de sanar.