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Como analista no puedo tapar el Sol con un dedo. El intento de restituir el régimen democrático por el presidente interino, Juan Guaidó, y un sector de las Fuerzas Armadas que buscaron tomar la base aérea La Carlota en Caracas, el martes 30 de abril para generar un efecto dominó en otros establecimientos castrenses del país, y, con ello, lograr la caída de Nicolás Maduro -se sumaría la masiva manifestación ciudadana anunciada para el día siguiente-, será más difícil de lo pensado. Aunque no tengo la menor duda de que Maduro será defenestrado asumiendo el proceso como inexorable, la pregunta que debemos hacernos es: ¿Cuánto tiempo demandará para conseguirlo? La primera conclusión es que el papel de las calles, aunque necesario en su persistencia, no bastará para lograr el objetivo. Maduro y la cúpula militar, con Diosdado Cabello y Vladimir Padrino a la cabeza, saben que manteniendo el poder a cualquier precio no serán llevados a la justicia por violación de derechos humanos y narcotráfico y, con ello, terminar en la cárcel seguramente que muchísimos años. Saben, entonces, que su pellejo depende de lo que hagan para mantener el poder.

Frente a esta realidad, la estrategia de la oposición con apoyo de EE.UU. tendrá que considerar los ajustes necesarios para consumar el derrocamiento del dictador. Como el escenario de una invasión militar ha quedado confirmado como uno de los más improbables por la dureza con que el régimen dictatorial controla los espacios claves del país y la avezada fidelidad de los milicianos, crónicamente interesados en no perder las prebendas dadas por la dictadura, a los venezolanos democráticos, que son la inmensa mayoría, no les va a quedar como alternativa aquella de iniciar una fase armada para conseguir la gran liberación. No es descabellado pensar que una guerra civil es lo que le podría quedar como una alternativa realista al pueblo llanero, si quiere acabar de raíz y para siempre con la pétrea cúpula militar chavista-madurista. Constituidos en rebeldes y por tanto la otra parte en el conflicto -lo que aún no existe-, a Washington no le será extraño apoyarlos, como hicieron con los que se han enfrentado por cerca de siete años al régimen de Bashar al-Assad en Siria.