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“¿Tan difícil es caminar derecho?”. Cuando Nadine Heredia, la cogobernante en el quinquenio pasado, lanzó esta interrogante en octubre del 2011, jamás imaginó que las esquirlas se estrellarían en ella misma, en su esposo Ollanta Humala y yo diría que, como vemos a diario, en casi toda la clase política y judicial peruanas.

Leía a Lorenzo Silva, algo así como el Truman Capote español, y él dice que la corrupción es un mal social endémico, pero mucho más endémico “allí donde los gobernantes se preocupan de contar a la vez con una fiscalización previa deficiente y una respuesta penal a posteriori que queda diluida en procesos interminables…”. Tal y como ocurre en el Perú. Una radiografía nunca mejor hecha.

Y aquí viene la sentencia: “Jamás podremos erradicar esta infección de nuestro tejido social y político” si, por ejemplo, el Congreso de mayoría fujimorista adopta al fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, salpicado también por los “audios de la vergüenza” y, como se advierte, pone todos los peros posibles al referéndum planteado por el presidente Martín Vizcarra para raspar el detritus que en algunas dependencias está institucionalizado.

La población mira con desdén la próximas elecciones regionales y municipales del 7 de octubre precisamente por esta sintomatología de coima y “diez verdecitos” que nos gobierna. No pues, hermanito, anda vota y no des vida a alcaldes como el sinvergüenza de La Victoria, quien creía que el distrito era su chacra. ¿Será mucho pedir?