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Son dos los hechos que han cambiado de manera radical el curso de la política nacional este año. El primero de ellos son los audios que destaparon la corrupción en el Poder Judicial y que trajeron consecuencias muy graves, principalmente a Fuerza Popular. El segundo es el referéndum, que más allá de los resultados que conoceremos al final del día, marca el fin del caballo de batalla del presidente Vizcarra, con el cual consiguió tener a raya al Congreso en los últimos meses y ganar popularidad.

Las consecuencias legales de los audios mencionados tienen largos procesos judiciales por delante, pero gran parte de las implicancias políticas ya se están dando. La más importante de ellas es el resquebrajamiento de Fuerza Popular, lo que sumado a la posible aprobación de la no reelección congresal, nos lleva a pensar que de aquí en adelante la agenda del Congreso tratará de la típica política farandulera, algo a lo que estamos ya acostumbrados (como lo generado por el congresista Mamani). Y por otro lado, la presentación de leyes con el único objetivo de favorecer intereses particulares, como lo vimos con claridad esta semana al aprobarse la norma que incorpora en el Código Penal el delito de financiamiento ilícito de los partidos. Un panorama sombrío y lamentable, pero que beneficia al Ejecutivo en el corto plazo.

Si bien con el referéndum del presidente Vizcarra termina una etapa, no parece que fuera a necesitar otro, principalmente por las condiciones en las que se encuentra el Congreso en este momento. Si bien no esperamos que la aprobación del Presidente mejore de manera sustancial, tampoco creo que veamos un deterioro acelerado.

A pesar de lo ocurrido, parece que esta situación es favorable en el corto plazo. El 2019 parece que será un año con menos turbulencia política, lo que podría traducirse en una mejora de la confianza del consumidor y en una sensación de bienestar de la población, positiva después de dos años complejos. Por el contrario, el mediano y largo plazo están cada vez más llenos de una oscura incertidumbre, y eso no ayuda en nada a la inversión a largo plazo, la que necesitamos con urgencia para crecer.

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