María, estetista, 33

Es experta en tratamientos de belleza. Vive de sus clientas que la llaman para faciales, manicure, depilación –tú nómbralo, ella lo hace–. Se levanta el 13 de abril y les manda un WhatsApp a sus clientas de siempre con una lista de todos sus servicios. Mejor por ahora no, responden, una por una. Que pase todo esto. Su bebé llora. Ruega que todavía le quede algo de fórmula. Prende la radio y escucha que pronto todos podrán hacerse una prueba de descarte. ¿Cuándo es pronto?

Carlos, 38, médico de guardia

Se despierta el 13 de abril igual que el 10, 11, y 12 –en el hospital–. Ya no importa que se pasó el límite de horas de guardia; su país lo necesita. Cuando sale a la calle, se da cuenta que las cosas cambiaron. Hay más gente en las calles. Sabe que esto supone más personas contagiadas –el trabajo arduo parece no tener final–. El quiosco de la esquina está abierto, pero no hay gente. Él va por una botella de agua. Si el vendedor pudiera entregárselo con tenazas, lo haría. No se ofende; se alegra al ver que el distanciamiento social se respeta, al menos en este caso. Todos los titulares anuncian el regreso a la normalidad. ¿Normalidad? Acá nada parece normal.Frida, empresaria, 46

Hoy van a la oficina ella y tres personas más. En el último mes ha logrado mantener en planilla a sus 35 empleados a pesar de haber perdido varios contratos importantes. Ha sido un mes de cambios, pero han logrado adaptarse –en cierta medida– al teletrabajo. Aún queda mucho por hacer. Las cosas están complicadas. Van a seguir complicadas. Pero acá seguimos.

Hay 30 millones de versiones del día después de la cuarentena. ¿Cuál será la tuya?