Ayer se cumplieron 25 años del día en que Alberto Fujimori, de la mano del corrupto Vladimiro Montesinos, dio al traste con la democracia y la institucionalidad. Muchos se han rasgado las vestiduras y han condenado el hecho. Ha sido una fecha para recordar algo que nunca más debe suceder en el país. Sin embargo, es de esperarse que esa misma energía que se usa para condenar lo sucedido el 5 de abril de 1992 sirva para repudiar lo ocurrido el 3 de octubre de 1968.

Me refiero al golpe dado por el general Juan Velasco Alvarado a Fernando Belaunde Terry, un hecho que aún hoy tiene sus adeptos, especialmente en esa izquierda peruana dizque “nacionalista”, a la que también le cuesta condenar a la dictadura venezolana. Recordemos que al lado del abusivo régimen de 12 años instaurado por este militar piurano, lo que hizo Fujimori hace 25 años al cerrar el Congreso y sacar los tanques por unos días fue algo condenable, pero a menor escala.

Recordemos que con el golpe de Estado de Velasco se atentó contra la propiedad privada con la mal llamada “reforma agraria”, se deportó a los políticos incómodos, se tomaron de forma permanente los medios de comunicación como este diario, al que desde Palacio de Gobierno se le puso un director y una plana periodística, se gobernó por 12 años mediante decretos leyes y nos convertimos casi en un satélite de la Unión Soviética y la Cuba de Fidel Castro.

Los peruanos debemos tener en cuenta que cualquier dictadura y su líder deben ser condenados. En ese sentido, llama la atención ver por estos días al expremier humalista Pedro Cateriano criticando con buen tino el golpe del 5 de abril de 1992, cuando hace pocos años, en la época en que fue ministro de Defensa, permitió que una promoción de oficiales de la Escuela Militar de Chorrillos lleve el nombre del general Velasco. ¿Un demócrata avalando que se honre a un tirano?

Los 25 años del llamado “fujimorazo” han permitido ver a los peruanos cómo algunos creen que al tirano que no nos gusta hay que darle con palo, y cómo al que es de “nuestra línea” hay que tratarlo con guantes de seda, como a Juan Velasco o a Nicolás “Nico” Maduro. Señores, las dictaduras hay que condenarlas y señalarlas vengan de donde vengan, pues la democracia, con todos sus defectos, siempre debe ser preservada.