GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

Ahora, como tantas veces, Paolo Guerrero está en boca de todos los peruanos, como si el futuro del país dependiera del suyo. No es para menos, nuestro delantero fue efectivo y emergió como metáfora de lo posible en una selección cargada de pesimismo y 36 años de frustraciones. Fue quien resolvió con goles la enorme dificultad que teníamos para culminar con éxito un proyecto mundialista. Esto también generó que ante la ausencia de unidad en la política y otros sectores sociales y económicos, sus anotaciones hayan pasado a ser un aglutinador de orgullo e identificación nacional.

Por eso, la sanción a Paolo Guerrero, que le impide jugar el Mundial de Rusia 2018, ha golpeado a todos. El goleador siempre ha sido un estado de ánimo al que se colgaba todo el Perú. En los tiempos de la clasificación mundialista, fue el carácter que empujaba a los demás y nos llevaba hasta la felicidad; ahora solo genera lamentos, rabia y esa emoción que soslaya las razones de un tribunal. Y hablan de él como si fuera suyo y de nadie más. Hay mucho apasionamiento y algunos se indignan como si el TAS no hubiera tomado una decisión, sino cometido una herejía.

Se entiende, nadie puede ser equilibrado en el dolor. Sin embargo, no se pueden lanzar verdades irrefutables en la calle y en las redes, versiones que no son demostrables.

Lo primero que necesita la selección es tranquilidad y ser consciente que su éxito es haber concretado un equipo asociado, brillante y efectivo. Esto no es cuestión de individualidades o de algún iluminado, sino de un método. Es mérito de un entrenador que ha explotado las excelencias de un grupo de jugadores, que ha logrado que ninguno de ellos esté por debajo de las expectativas de los hinchas.

Sin Paolo, ese buen equipo peruano seguirá existiendo. Felizmente, en esta selección no hay estrella cuya pérdida reduzca a lo imposible el sueño de hacer un buen Mundial.