Si en algo coinciden tirios y troyanos, es que la Ley de Cuotas significó un cambio en el manejo pesquero de la industria y fue el punto de partida para convertir al Perú, según la FAO, en uno de los países que mejor se ha adaptado al cambio climático en el mundo, permitiendo que la pesquería de anchoveta tenga una biomasa estable, con un promedio de casi 9 millones TM en los últimos años; mejorando además las condiciones laborales y remuneraciones de todos los colaboradores del sector; reduciendo el impacto ambiental y convirtiendo al Perú en el líder mundial de esta industria.
Como sabemos, la Ley de Cuotas individuales terminó con la nefasta carrera olímpica, en la que se pescaba como sea y donde sea sin considerar la sostenibilidad de los recursos. Estas prácticas se encuentran ya desterradas y hoy.
Por ello, creemos que este exitoso sistema de cuotas individuales no sólo debe permanecer sino que además podría ser ampliado a otras pesquerías como la del jurel, caballa, bonito, perico, pota, entre otras. Además, cualquier modificación del sistema actual debería centrarse en abordar dos problemáticas que nadie viene atendiendo de manera contundente: la del pescador artesanal, tan afectado por la pandemia y la erradicación de la pesca ilegal. Ambas son como el elefante que todos sabemos que existe en el dormitorio pero que nadie quiere reconocer.
Así, en lugar de discutir proyectos con claros sesgos ideológicos e intereses particulares, el debate debería centrarse en cómo las autoridades actúan erradicando las plantas de harina ilegal que operan a vista y paciencia de todos, así como estableciendo medidas concretas a favor del pescador artesanal, quien no solo necesita capacitación, sino también acceso al crédito y a la formalización viables.
Todo lo anterior me llama a una reflexión: construyamos sobre lo avanzado atendiendo los temas aún pendientes sin destruir lo bueno que hemos alcanzado.