La fuerza de las ideologías que amenazaron con destruir al país generando un entorno de terrorismo y guerra subversiva ha derivado en una corriente de pensamiento débil que penetró hábilmente en las instituciones republicanas durante los últimos veinte años. Allí donde el terrorismo fracasó por no lograr la captura del Estado, el pensamiento gramsciano ha logrado varios triunfos propios de una guerra cultural. La educación, motor de la peruanidad, ha sido penetrada por un pensamiento que reivindica utopías revolucionarias por fuerza sectarias, en vez de sembrar la unidad necesaria para el desarrollo del país. En efecto, estas ideas equivocadas, disfrazadas de pensamiento progresista, han logrado el quiebre del Estado de Derecho desde dentro del propio entramado institucional. Penetrando las instituciones, utilizando sus procedimientos, degenerándolos, transgrediéndolos, instrumentalizándolos, los enemigos del equilibrio republicano buscaron y lograron el triunfo de su facción. Para eso, por supuesto, era imprescindible destrozar el Derecho y pisotear la Constitución. En nombre de una supuesta lucha contra la corrupción todos los procedimientos y todas las garantías fueron violentadas. Sobre las ruinas del Estado debemos navegar cuidadosamente. Lo más importante es restablecer el equilibrio republicano devolviendo el imperio de la ley. La Constitución debe ser defendida, el debido proceso respetado y la independencia de las instituciones restablecida sobre bases firmes. Cualquier intento de persecución política tiene que ser firmemente rechazado porque la base del respeto ajeno es la paz. Y paz necesita el país para crecer, para normalizar el equilibrio republicano. ¿O no hemos aprendido que la guerra solo genera muerte y destrucción en todos los bandos?
EL EQUILIBRIO REPUBLICANO, columna de Martín Santiváñez
Columna de opinión | Doctor en Derecho