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Solamente el encuentro de Franklin D. Roosevelt (EE.UU.), Iósif Stalin (Unión Soviética y Winston Churchill (Reino Unido) en 1945 en Yalta, Crimea, para decidir la estrategia para la paz al final de la Segunda Guerra Mundial, se parece a la reunión que en pocas horas sostendrán Donald Trump y Kim Jong-un. En efecto, el encuentro de los mandatarios de EE.UU. y Corea del Norte, en Singapur, es una enorme posibilidad para afirmar la paz mundial. No me voy a referir a la agenda de la reunión bilateral porque ni siquiera la sabemos, aunque intuimos que sería sobre un programa nuclear para Pyongyang. La expectativa es enorme y hasta ambos gobernantes llegaron con mucha anticipación a Singapur buscando rentabilidad política para sus alicaídos frentes internos o nacionales, pero también en el internacional. Mientras Kim debe lidiar con la pobreza de su pueblo en los cerca de 70 años que soporta a una dinastía iniciada con su abuelo y seguida por su padre, Trump se jacta y de todo sin límites. La reunión pondrá a prueba el poderío de Washington, que cuenta con un presidente inagotablemente abrumador, pero también a la capacidad emocional de Kim para resistirlo. Los dos podrían mostrarse sumamente predispuestos -es lo esperado después de tantos esfuerzos para que la reunión no quede frustrada-, pero también puede suceder que desde el arranque no haya “el amor a primera vista” del que acaba de referir Trump y todo realmente sea un fracaso. Sigo pensando en la fuerza del poder que los congrega en un marco que tiene el innegable carácter de histórico. Si acaso no se gustan, por lo menos se mostrarán los dientes con una tenue sonrisa, pero si mutuamente se desdeñan podrían acrecentar la idea del enemigo con mayor insistencia.

Los dos han querido la reunión, por lo cual los veo hasta el final de lo que están buscando. Saben que el poder no tiene moral e irán tan lejos o cerca, según sus intereses nacionales. Tampoco serán grandes aliados, pero se esforzarán por voltear la página, de lo contrario podría haber otro desplante como el del G-7.