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Sobre el caso de la familia Humala-Heredia, en entrevista con Mónica Delta en RPP, el exfiscal Avelino Guillén explicó que es más difícil investigar a un político que a cualquier otra persona. Lo que conlleva esa apreciación es que quienes pasan al banquillo de los acusados suelen politizar cualquier proceso con tal de desacreditarlo. Y vaya que lo consiguen.

Por ejemplo, el juez Richard Concepción Carhuancho no ha escapado de sus facultades ni ha extralimitado sus poderes contra la familia del expresidente, sino que ha hecho prevalecer el Derecho por encima de cualquier mortal. ¿Han visto la reacción de la mayoría de políticos? ¿Se han dado cuenta del espíritu de cuerpo? ¿O es el real espíritu del cuerpo político?

Pasa con Ollanta Humala, pero también con Alejandro Toledo, Keiko Fujimori, Alan García, Verónika Mendoza, César Acuña, Julio Guzmán, etc. La idea de politizar un chanchullo para desacreditar una investigación oficial no es de ahora, pero todavía logra su objetivo. Así, pasamos de un nacionalista ligado al dinero oscuro de la mafia llanera y carioca, a un indefenso a quien le quieren arruinar la carrera política. ¡Por favor!

Lamentablemente, el peruano es sentimental y ahora le ha dado vuelta a la tortilla. Ve a los Humala-Heredia como los pobres indigentes que, sin su casa en Surco, uno de los distritos de la capital más acomodados, ya no tienen dónde vivir. ¿Les han congelado las cuentas bancarias por santitos? ¿No tienen de qué vivir? En respuesta, el expresidente dice que hasta puede alquilar la misma vivienda.

Estoy de acuerdo con que nuestro sistema de justicia tiene carencias, con que su presidente Duberlí Rodríguez no debió dejar sin piso a su juez Carhuancho, con que la ley se interprete desde distinta óptica. Pero no permitamos que lo político empañe un acto de corrupción. Y que nuestra clase política no se preste para el juego de la causa común.