Hasta hace un par de años Nadine Heredia era el blanco de los ataques por la “reelección conyugal”, esa frase acuñada por Alan García. Luego pasó a ser presidenta de ese mamarracho llamado Partido Nacionalista -donde su trabajo es tan silencioso que ni siquiera se escucha- y cerrará su ciclo político en este quinquenio como acusada por lavado de activos. Una forma de derrumbarse digna de estudiosos del marketing político.

Por esas vueltas que da la vida, la situación de la Primera Dama pasó a dar un giro político impensable en el inicio del Gobierno: de ser la popular figura nacionalista -a quien veían como seria candidata al sillón de Pizarro- a ser la sombra que no dejaba gobernar al Presidente de la República y que, es más, dirigiría tras bambalinas los diversos estamentos del Gobierno que su marido no sabía conducir.

Hoy, Nadine Heredia no es más ese notorio personaje con presente y futuro político que recibía halagos, incluso internacionales, como lideresa latinoamericana. Más bien, ahora la esposa del Mandatario es sospechosa de ser uno de los hilos con lo que se sostenía Martín Belaunde Lossio para conseguir prerrogativas económicas en el interior del país.

Ya no queda ni polvo de la “reelección conyugal”, ese artificio político que Alan García creó para zarandear a Ollanta Humala y traerse abajo a Nadine Heredia. Hoy en el olvido dirigencial del nacionalismo, Nadine Heredia no es ni la sombra que vestía polo rojo con el puño izquierdo en alto, sino que solo sus maniobras vienen socavando su anatomía política.

Algunos preguntan si al Gobierno le quedará aliento para llegar a la meta del próximo año -espero que sí-, pero ese fantasma político que tanto asustaba a la oposición para las próximas elecciones presidenciales, al cual le habían denominado el factor Nadine Heredia, parece solo ser un mal efecto de esos que suelen aparecen cada cinco años.

Nadine Heredia ahora no solo debe tener una desaprobación alta, sino que en la mayoría de peruanos debe levantarse el dedo acusador y apuntarla como la responsable de que el Gobierno haya trascendido entre la mediocridad de lo económico y social.