Qué duda cabe de que Ollanta Humala ha sido, por años, un personaje con mucha suerte, pues, sin ni siquiera saber cómo, se convirtió en el gran beneficiado del antifujimorismo promovido por la izquierda, sus medios y sus personajes icónicos. Ello en el 2011 lo llevó a ser presidente a pesar de las serias dudas que existían sobre él, especialmente por el caso Madre Mía y su sospechosa bonanza económica familiar y partidaria, lo cual nos hacía mirar siempre a Venezuela.

Fue acusado de cometer un crimen durante sus años de oficial del Ejército, pero el caso se lo archivaron hasta en la Corte Suprema, pese a la existencia de unos audios que estuvieron ocultos y ahora conocemos, y a la escandalosa forma en que un testigo se retractó, previo pago registrado en un video que también era público. Tremenda suerte del hombre. Incluso los “demócratas” y “defensores de derechos humanos” salieron a apuntalar su candidatura.

En esos años, ningún “defensor de los derechos humanos” parecía recordar la mañana del 1 de enero de 2005, en que desde Seúl el comandante Ollanta Humala se alineó con su hermano Antauro, quien acababa de tomar la comisaría de Andahuaylas en un descabellado intento por derrocar al gobierno democrático de ese entonces, evento que costó la vida de cuatro policías. ¿Los guardianes de la legalidad y la institucionalidad sacando cara por un golpista pocos años después?

También aparecieron los sospechosos ingresos económicos de Nadine Heredia provenientes de medios vinculados al chavismo, acerca de los que nunca se llegó a publicar nada. De igual forma, durante el gobierno de Alejandro Toledo llegaron sospechosas remesas de dinero de Venezuela que nadie denunció. Aun así, “la reserva moral” del país se la jugó por Humala y se volcó a las calles para hacerlo presidente en el 2011, todo para que no gane Keiko Fujimori.

Sin embargo, parece que la suerte de Humala ha llegado a su fin en 2017. Está el caso de lavado de activos, la denuncia de Marcelo Odebrecht y Jorge Barata que de manera alucinante tratan de negar y ahora, sobre todo, tenemos la aparición de los audios que lo implican en un asesinato en Madre Mía, algo que en cualquier país civilizado, más allá de leguleyadas y vericuetos legales, debe llevar a la reapertura del caso y al procesamiento -esta vez en serio- del expresidente.