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Es lamentable que la facción de la izquierda peruana representada por la excandidata presidencial Verónika Mendoza haya puesto el grito en el cielo por el diálogo entre el Gobierno y la oposición fujimorista, cuando de otro lado sí es capaz de hablar de “reconciliación”, “arrepentimiento” y abrir las puertas de su reducida agrupación a defensores de terroristas y a gente vinculada a bandas armadas que han asesinado a miles de peruanos.

Hubiera sido ideal que esa postura en apariencia tan firme contra los delitos en general que cometió gente en el gobierno fujimorista, por lo cual se dieron duras condenas en el Poder Judicial, también la hubieran mostrado ante los terroristas, secuestradores y asesinos con los que actúan con guantes de seda. Ahí está, por ejemplo, el defensor de Víctor Polay que fue candidato al Congreso por el Frente Amplio.

Para la facción del Frente Amplio que lidera Mendoza, es preferible ser tolerante con el terrorismo que sentarse en una mesa con el fujimorismo o aceptar que el cardenal Juan Luis Cipriani hizo un loable papel al juntar al presidente Pedro Pablo Kuczynski con Keiko Fujimori para tratar de limar asperezas luego de la censura al ministro de Educación, Jaime Saavedra.

Mendoza y su gente deberían tener claro que los peruanos no son tontos como para pasar por alto este tipo de actitudes inconsecuentes que hacen mucho daño a nuestra política y al país, cuyas fuerzas políticas elegidas democráticamente están tratando de ponerse de acuerdo para salir de este embrollo y poder caminar a fin de solucionar los grandes problemas que nos afectan.

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