1) No es la primera ni la segunda vez que Lima enfrenta siniestros como el de Las Malvinas. La inexperiencia no es excusa. Luego del espantoso incendio de Mesa Redonda, quedó claro el peligro inminente que acarrea la informalidad. Las autoridades lo saben, pero los acontecimientos revelan su negligencia. La ciudad capital ya parece la Roma de Nerón.

2) Los comerciantes informales construyen una torre de containers ante la vista y paciencia del municipio (las imágenes de Google Maps son contundentes). Un gerente edil tira el fuego a la gestión anterior (o sea, a Susana Villarán) y el alcalde Luis Castañeda deja su mudez y culpa a los vendedores. Se lavarán las manos hasta encontrar a quién responsabilizar, pero el hecho es que la fiscalización o no existe o no surte efecto.

3) Una vez más somos testigos de la incansable labor de los bomberos. Una vez más su entrega nos llena de orgullo, y una vez más nos indigna que carezcan de respaldo. ¿Vieron al hombre de rojo en sandalias? ¿Será que esta vez sí haremos algo por remediar esta situación? PPK y su esposa les han prometido ayuda, pero con el Mandatario nunca se sabe.

4) Mientras en Las Malvinas los “empleados” “trabajan” en condiciones infrahumanas, como esclavos, en la Superintendencia Nacional de Fiscalización Laboral (Sunafil), la entidad encargada de promover el cumplimiento de las normas sociolaborales, los inspectores entran en huelga para reclamar mejoras. Una triste ironía de la realidad nacional: quienes deben velar por nuestros derechos están ocupados peleando por los suyos. Así de podrido y humeante está el sistema.