Un mundial de fútbol sin Brasil sería la bancarrota económica para los que organizan este rentabilísimo torneo planetario de multitudes. Con esta idea dominante entre los dirigentes de la FIFA y de la CONMEBOL, los países que deben estar sí o sí en el campeonato serán los taquilleros, los que permitan ganancias sin excusas y en ese objetivo los excampeones mundiales siempre serán los preferidos. Los árbitros lo saben de memoria y si se descarrilan es casi seguro que sus carreras terminarán pronto. Así como en el mundo de la política, la economía y el poder militar, hay Estados que realmente son potencias, igual pasa en el fútbol donde Uruguay ha conseguido más pergaminos que Perú. Esta ecuación no falla desde que el poder se hizo visible en la sociedad internacional. Normalmente el poder en el deporte se muestra extradeportivamente y eso es lo que pasó en la noche del último jueves 24 de marzo, día de la ignominia del fútbol panamericano y mundial con la escandalosa decisión de que negar el gol que todo el Perú, Uruguay y el mundo entero vio. Pero la veracidad y la certeza de un gol indubitable -más allá de la prueba por fotos y videos que no quieren mostrar completamente y la incontrastable prueba geométrica a la que concluye cualquier profesor de matemática serio y digno-, siempre pensando en el poder, se vuelven inservibles. Para atenuar o menoscabar a la irresistible verdad, entonces, se recurre a la falacia en formato grotesco mostrando “evidencias” en la madrugada como para que nadie diga nada al despertar. Si nuestra dirigencia deportiva no formula una queja formal y contundente debemos pedir sus cabezas para que rueden en los canastos como los cobardes de la Revolución Francesa. La dignidad nacional también es deportiva y debe ser conservada impoluta. Los peruanos ese día del partido nos acostamos llenos de amargura por el abuso del poder. Uruguay jugó mejor y negarlo es tan mezquino como negar que conseguimos el empate por un gol que han arrancado del ego de un pueblo con derecho a apasionarse. Más allá del resultado del partido con Paraguay, en que esperamos ganar, nuestros futbolistas deben tener más agallas para saber protestar y en bloque. Les faltó esa reacción que yace en el instinto de los que jamás claudicamos por lo justo y que se cultiva con la educación que no tenemos.
El fútbol como factor de poder por Miguel Ángel Rodríguez Mackay (OPINIÓN)
Columna de opinión | Internacionalista