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La decisión de que el partido de la gran final de la emblemática Copa Libertadores de América entre los clubes argentinos Boca Juniors y River Plate ayer se realice en el estadio Santiago Bernabéu del club español Real Madrid, más allá de la seguridad que su mismo desarrollo exigirá para las autoridades madrileñas luego de la cancelación del partido de la finalísima en Buenos Aires, pone al descubierto, una vez más, el impacto que genera el fútbol como deporte de multitudes, pero también de fanaticadas. Las barras argentinas son reconocidas por su apasionamiento en las lides deportivas, pero también porque han venido generando episodios de violencia en los lugares donde se han realizado los cotejos, alterando la normalidad de la vida social cotidiana. Con esta premisa, que es muy importante, hay otra que está determinada por las relaciones internacionales, que es la ciencia de los fenómenos externos que se producen como consecuencia de los relacionamientos entre los diversos actores del sistema internacional, como por ejemplo es el caso de los Estados, los sujetos por excelencia del derecho internacional.

Es verdad que apena a la región que el cotejo final de este campeonato fundado en 1960, para rendir homenaje a las figuras descollantes de la independencia de nuestra región, se decida en otro continente. Nadie siquiera lo creyó. La idea de hacerlo cruzando el Atlántico es evitar el mayoritario desplazamiento de las referidas barras bravas, con hinchas que pueden terminar mostrándose desadaptados. Madrid, la ciudad elegida, por estos días anda medio preocupada y no es para menos. Los hinchas argentinos han manifestado que llegarán hasta España a cualquier precio y por los antecedentes debemos creerles. La violencia en el fútbol no tiene fronteras y, por esa razón, el Real Madrid y las autoridades madrileñas se están esforzando mientras se acerca el día del cotejo, pues recaerá en ellos el peso del resultado sobre la tranquilidad que se espera del evento deportivo. El fútbol es el mayor deporte de las muchedumbres en el mundo y es el más globalizado. Aunque no debería serlo, el poder juega su partido en este deporte.