No solo los hinchas peruanos celebran nuestra participación en la Copa América de Chile, sino que las autoridades de turno sienten un ligero alivio porque el certamen deportivo es un buen distractor de masas que, por ahora, cumple bien su función de adormecer cerebros críticos a la administración pública.

Ahora todos comentan sobre el último partido de Perú con Chile y las posibilidades que tuvimos de llegar a la final, que la patada de Zambrano, que si hubiésemos jugado 11 a 11, que si el árbitro era otro, que si Chile arregló el encuentro, que si podemos llegar al tercer lugar, que tenemos futuro para las eliminatorias. Las redes sociales están inundadas con frases de aliento y de histeria pelotera.

Salvo los pacientes que se encuentran postrados por el dengue, ya nadie habla de la alerta por el zancudo transmisor, menos de la peligrosa chikungunya, ni del fenómeno de El Niño, ni del fuerte oleaje en los balnearios del norte, tampoco de la inseguridad ciudadana y la falta de obras de infraestructura en las regiones.

Por lo pronto, con la fiebre del fútbol estaremos hasta este fin de semana que se define al campeón, y sumando los días, son un poco más de dos semanas que la pelota ocupará nuestra cabeza. Luego volveremos a nuestra realidad y a preocuparnos por lo que hacen y dejan de hacer nuestras autoridades, pero solo hasta octubre que comienzan las eliminatorias mundialistas rumbo a Rusia 2018.

Así tenemos que dividir nuestra mente entre el fútbol y la política, sobre todo porque en noviembre debemos conocer a los candidatos a la Presidencia de la República, en especial a quienes quieren dejar el cargo público que ganaron apenas en octubre del año pasado para tentar la máxima investidura nacional.

Sin duda, somos un país de fútbol y campañas políticas, que si bien no van de la mano, de alguna u otra manera en nuestros tiempos terminan entrelazándose con fines particulares. No por algo varios políticos apuestan por hacerse de equipos de fútbol con el objetivo de ser figuras visibles ante las masas.