Mañana toda Argentina irá a elecciones para renovar la mitad de la Cámara de Diputados, que está integrada por 257 escaños y un tercio del Senado, con 72. Una práctica democrática que, por cierto -lo abordaré en otra columna- debería ser evaluada en el Perú hacia el futuro pues la renovación del legislativo por tercios u otros porcentajes, siempre ha optimizado la tarea parlamentaria en los países que lo cuentan.

El realismo político del que nadie podría abstraerse parece anunciar de que el revés político para el gobierno de Alberto Fernández durante las primarias del pasado mes de setiembre se repetiría. Esto significará que el gobierno perderá el control de la Cámara Alta porque ya no tendrá el quórum que hasta hoy conserva, es decir, perdería el ajedrez político que le venía permitiendo conducirse prescindiendo de la oposición, mientras que en la denominada Cámara baja pues le tocaría ceder la primera minoría a la oposición volviendo por primera vez en lo que va del lapso de la administración, políticamente riesgoso y vulnerable. Pero ¿Qué podría haber pasado para que se presente este inminente escenario político de fracaso en Argentina con un gobierno que acabó con las aspiraciones reeleccionistas del expresidente Mauricio Macri?.

Muchos analistas en América Latina lo creen porque se trata de un gobierno de izquierda y esa cualificación me parece errada e insuficiente. Es verdad que existe una relación más o menos directa entre ineficacia y regímenes de izquierda -solo basta mirar las estadísticas en nuestra región, principalmente en los últimos 50 años-, pero no es para sostenerla como una premisa consistente. Creo que el presidente Alberto Fernández ha tenido un desempeño regular y esforzado durante la pandemia del Covid-19 que por cierto aún no ha acabado, pero pareciera que el frente al interior del propio gobierno no ha mostrado una unidad pétrea y en adición, quiérase o no, la sombra de la expresidenta Cristina Fernández, que no le ha permitido al mandatario mostrarse realmente liberado de su volumen como exmandataria que hasta insinúa que los ministros de Alberto Fernández que le son adictos, es un error prescindir de ellos. Con todo lo anterior, Argentina es un país relevante de la región y aunque alicaído, igual seguirá siendo un Estado clave en Sudamérica.