Por más discursos que la presidenta dirija en plazas, no puede tapar el sol con un dedo: estamos ante la total ausencia de gobierno y proyecto político nacional. Los cambios ministeriales responden y terminan siendo una raya más al tigre, porque no significan ningún cambio en gestión, liderazgo o soluciones públicas.
La economía está en crisis y nuestros años de crecimiento parecen alejarse sin posibilidad de retorno. La pobreza crece sin que nadie dentro del gobierno entienda que con bonos no se soluciona nada. La delincuencia parece ser la única forma real de organización en las calles y somete a su antojo al gobierno y a los ciudadanos. La educación ha sido entregada a los vagos e incapaces que viven de la ignorancia de nuestra juventud ¿Acaso hay que ser un genio para darse cuenta que esta es la situación actual del Perú? No, simplemente hay que pisar tierra, visitar un mercado, conversar con un taxista o caminar por una plaza sin policias de resguardo.
Con este gobierno fantasma los únicos beneficiados son los mismos de siempre: los políticos parásitos que viven de gollerías, los burócratas que se creen dueños del Estado y las mafias que aprovechan la falta de gobierno para enriquecerse. Mientras tanto, los peruanos de bien vivimos la incertidumbre de no llegar a fin de mes, vemos a nuestros familiares emigrando al extranjero por falta de oportunidades y a nuestras familias victimas de la delincuencia en cada calle. Esta grave situación no puede resolverse con tibiezas. Hay mucho por hacer y debemos tomar la decisión de hacerlo nosotros.