Cuando todos pensábamos que el premier Aníbal Torres se alistaba para pasar a sus cuarteles de invierno, ha reaparecido en el Cusco con el discurso radical al que ya nos tiene acostumbrado. La ha vuelto a emprender contra la prensa, los contratos-ley y la seguridad jurídica. Con su conocida virulencia verbal trata de descalificar todo lo que considera nocivo para los intereses del Gobierno. Es, por decir lo menos, contradictorio su mensaje, justo en momentos que el Ejecutivo promueve un Acuerdo Nacional. Atrapado en su propia propaganda ideológica es casi imposible que otros partidos o agrupaciones se sumen a su cruzada.

Esto da claras muestras que el Gobierno simplemente no sabe qué hacer. Es evidente que tiene pocas ideas y es demasiado cerrado para articular alternativas en beneficio de la gobernabilidad.

Toda su acción parece concentrarse contra enemigos inventados. De esta forma se aleja del desafío de resolver los problemas de los peruanos. Por ejemplo, no hace nada para solucionar el caso de las minas Cuajone y Las Bambas, que están paralizadas y donde hay 90 mil trabajadores afectados. Tampoco reacciona frente a los 2 mil 538 proyectos detenidos en todo el país, que representan un costo adicional de 10 mil millones de soles para el país.

Es obvio que estos desastrosos errores contribuyen a reforzar las desconfianzas y temores de la población.