¿El gobierno quiere diálogo?
¿El gobierno quiere diálogo?

El gobierno de Ollanta Humala, a través de su primera ministra, ha convocado al dialogo pero parecería que no lo quiere. Más aún, lo están saboteando y solo significaría una finta para ganar tiempo en momentos en que serios problemas afectan al Presidente y su esposa. No saben cómo afrontarlos ni como cambiar su estilo de confrontación. Están demostrando que no tienen dedos de organista para hacer política. La improvisación se paga muy cara y cuando se junta con la soberbia los resultados suelen ser desastrosos. Durante todo su periodo gubernamental no han querido escuchar, los anteriores diálogos han sido inútiles, cultivan la evasión frente a las críticas, se creen omnímodos y hasta sus partidarios congresistas, ahora en estampida, se sienten marginados de ese cuartel inaccesible en que han convertido Palacio de gobierno. No dan muestras de entender, a poco más de un año de las elecciones generales, que la gobernabilidad es sobre todo diálogo y rendición de cuentas.

Nunca han dialogado con eficiencia y tampoco lo harán ahora. No solo no lo quieren, lo obstaculizan con una convocatoria masiva y exagerada. Porque donde todos van nadie significativo va. Se invita genéricamente a todas las fuerzas vivas y no especialmente a los partidos políticos de acuerdo a sus responsabilidades democráticas. No usan buenas maneras tampoco ponen una agenda mínima ni exhiben voluntad de conceder nada que les disguste. Mantienen a los ministros que han agredido abiertamente a los invitados, es un agravio y lo saben pero se arreglan para disuadirlos antes de la cita.

Acaban de sufrir una fortísima derrota. Tuvieron que derogar la Ley de Trabajo Juvenil y junto a ello la corrupción podría estar llegando a Palacio a través del proceso al amigo asesor Martín Belaunde Lossio y las denuncias contra Nadine Heredia. El gobierno está cercado por errores propios. No saben cómo afrontar la economía que se ha desacelerado ni cómo animar la inversión privada que se va perdiendo. Y menos aún atacar la inseguridad ciudadana que angustia a todos. En las antípodas del diálogo el gobierno persiste en su soliloquio, cree que son los únicos dueños de la pelota, la muestran con sorna pero no la comparten porque se piensan solos en la cancha. Para jugar en democracia se necesita responsabilidad. El primero que debe tenerla es el gobierno pero dada la crisis la de la oposición se acrecienta para cuidar la democracia. Lo deseable hubiera sido un gabinete de consenso como resultado del acercamiento en torno a problemas concretos. Un gesto en esa dirección cambiaría el tono y el escenario. ¿Podrán hacerlo todavía?

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