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Es de esperarse que el cambio del titular de la cartera del Interior, que dejó de estar a cargo de Carlos Basombrío para pasar a manos de Vicente Romero, implique la continuación de los esfuerzos que se han venido haciendo desde el año

pasado para reducir la delincuencia, que obviamente no va a desaparecer de la noche a la mañana, sino de a pocos y con un fino trabajo que debe de partir desde el interior de la propia Policía Nacional.

Una de las grandes dificultades que afronta la lucha contra el delito radica en la corrupción, que debe ser desterrada de la Policía Nacional. Y acá nos referimos a la corrupción en general, desde la que cometen los altos mandos, que integran mafias con proveedores y demás, hasta el suboficial de tercera que ensucia a su institución cobrando una coima de diez soles para no poner una papeleta de tránsito. Todo eso debe ser desterrado.

En ese sentido, el ministro Romero, quien hasta hace unos meses fue director general de la Policía Nacional tras casi cuatro décadas vistiendo el uniforme, tiene un gran reto por delante: el de seguir limpiando su institución de la mano con la ciudadanía, que merece tener una Policía Nacional honesta y que sea capaz de hacerla sentir segura y protegida. Solo así se podrá luchar frontalmente contra la inseguridad en las calles.

Hoy comienza un nuevo año, en el que ojalá se puedan ver los resultados del buen trabajo iniciado por el renunciante Basombrío, quien ofreció sentar las bases para que los peruanos tengamos a la mejor policía de la región en 2021. Para lograr esa gran meta, es indispensable fumigar y sacar a los malos elementos, que son un lastre para una institución que todos queremos y necesitamos.