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Desde Juan Pablo II (1978-2005), el Papa Peregrino, los sumos pontífices viajan mucho por el mundo, evangelizando. El que acaba de realizar Francisco, esta semana que se va hasta los Emiratos Árabes Unidos, es histórico. Se trata del primero de un jefe de la Iglesia Católica en 2000 años hasta la península arábiga, espacio geográfico donde nació el Islam, la tercera religión monoteísta más importante en aparecer en la historia de la sociedad internacional después del Judaísmo y el Cristianismo. En efecto, en Arabia Saudita –el Estado que geopolíticamente domina la península– nació Mahoma, el Profeta Mayor del Islam, de quien recordamos y mucho por la Hégira o huida del profeta de la ciudad de La Meca a Medina en el 622 d.C. Pero Francisco no fue a Arabia Saudita sino –repito– a los Emiratos que es un país pequeño –con 9.5 millones de habitantes– pero lleno de petróleo y políticamente formado por una federación de 7 Estados, cada uno de ellos presidido por un emir que es el título que suelen tener los jeques. Aunque en la capital, que es la ciudad de Abu Dabi, suele hallarse el consejo supremo integrado por los referidos 7 emires, la mágica ciudad de Dubái es la que marca el compás de negocios, turismo y relaciones internacionales del país. Francisco llegó hasta esta nación árabe, donde la presencia del Cristianismo puede llegar al millón de fieles, para reunirse y firmar el denominado Documento sobre la Fraternidad Humana con el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmed Al-Tayeb, así como sostener en ese marco el trascendental Encuentro Interreligioso Catolicismo-Islamismo.

Al denominado choque de civilizaciones de Samuel Huntington, publicado inicialmente en la revista estadounidense Foreign Affairs (1993), que sostenía que la religión era un factor relevante en el análisis de los conflictos entre Occidente y Oriente, Francisco de un solo plumazo lo ha relativizado sosteniendo que el diálogo es el instrumento más eficaz para la convivencia de los pueblos y de que la tolerancia religiosa es una expresión de amor. Me hizo acordar al ecumenismo del papa Wojtyla, que reunió en vida en el Vaticano a los jefes de las distintas confesiones en el mundo.