Al iniciarse el año escolar en nuestro país hay esperanzas, ilusiones, pero también urgencias y emergencias. Las lluvias, aniegos e inundaciones son parte de la realidad de nuestros pueblos. Sin embargo, duele más allí donde hay menos recursos y casi nada de la presencia del Estado. Por ejemplo, para los niños de Hatun Chillchi, en el distrito de San Martín de Pangoa, provincia de Satipo, región Junín, estudiar es una odisea.

Nuestro colega Daniel Mitma estuvo en ese lugar hace poco y lo describió así: “Estudian sentados sobre sillas que se desarman, en medio de una pampa selvática, frente a una pizarra vieja y el sol agotando su entendimiento”. Hacía referencia a que los niños escuchan clases en la intemperie, en condiciones inhumanas.

Las lluvias derrumbaron la escuela y los salones, que eran de barro y techados con calaminas. Pero este no es el único colegio en estas condiciones. El periodista Daniel Mitma comprobó que otras instituciones educativas de comunidades vecinas sobreviven en las mismas condiciones. “La Selva Central tiene pequeñas aldeas no reconocidas en ningún mapa ni en ningún registro. Hantun Chillchi es una de ellas. Pero no el único, también está Carrizales, Libertad y algunos otros ubicados en la zona de frontera del distrito de San Martín de Pangoa”, escribió.

Estos lugares están a cientos de kilómetros de la capital del Perú, pero en realidad parecen estar a miles de kilómetros, o mejor dicho a miles de años. Mientras los gobernantes y la clase política han recibido millones de dólares en coimas luego de auparse al poder en nombre de la gran transformación, de las grandes reformas a favor de los más pobres, de la revolución en salud y educación, muchos niños en nuestro país no tienen ni donde estudiar.