Se acaba de iniciar la Fiesta del Ramadán, la celebración musulmana del ayuno por excelencia. Los más de 1850 millones de fieles del islam que existen en el mundo lo viven en completo respeto de las exigencias de esta importante religión monoteísta, luego de que Mahoma, el Profeta Mayor, la fundara en el 622 d.C. en la península arábiga, al haberse producido la experiencia histórica conocida universalmente como la Hégira, que fue la migración o hiyra -algunos la refieren erradamente como huida- del profeta desde la ciudad de La Meca a Medina, dado que los caciques de La Meca se resistían a aceptar la nueva religión. El Ramadán tiene dos fechas claves: de un lado la denominada Noche del Decreto o Lailat el Qadr, que recuerda el momento de la revelación del Corán, el libro sagrado del Islam, al Profeta Mahoma; y el Aid el Fitr, que es el día en que finaliza el ayuno y se celebra una gran fiesta, como acaba de suceder ayer. Así, pues, por 30 días los musulmanes ayunarán y deberán abstenerse de mantener relaciones sexuales durante las horas de luz hasta la puesta del Sol. Se trata, en consecuencia, de una fiesta sumamente apreciada por sus creyentes y también por los que no lo somos. Pero no se crea que su sentido está dominado únicamente por el ayuno. De hecho, en este tiempo los musulmanes renuevan actitudes, como en ninguna otra etapa del año, hacia la mansedumbre y el pacifismo, por lo que no suelen tener una participación activa en conflictos, prefiriendo las treguas. Pero, lamentablemente, al Ramadán, como al islam, se oponen y rechazan grupos marginales e intolerantes, como sucedió con el atropello por una furgoneta a musulmanes en Londres en el 2017 que cobró una víctima y varios heridos, llegándose a escuchar el grito del autor del asesinato: “¡Quiero matar a todos los musulmanes!”, o el atentado contra la mezquita de Finsbury Park, también en el 2017, en el Reino Unido, poniendo al descubierto la creciente islamofobia. Los extremismos, vengan de donde vengan, siempre serán malos y muestran la insensatez e intolerancia en toda su dimensión. El respeto religioso, entonces, será fundamental para el mejor entendimiento de las culturas y las naciones del mundo.
EL iSLAM, EL RAMADÁN Y LA tOLERANCIA RELIGIOSA
COLUMNA: MIGUEL áNGEL RODRÍGUEZ MACKAY