Enterados de que el Congreso, vía proyecto de ley, había exonerado del IGV a ciertos productos que no son de la canasta básica familiar, como el faisán o lomo fino, uno se pregunta si es una supina torpeza de los parlamentarios o si tiene algún ingrediente extra para exacerbar los ánimos de la población y generar más caos social si el Ejecutivo observa o aprueba el extravagante texto congresal.

En reciente entrevista, el ministro de Economía y Finanzas, Óscar Graham, aseguró que hubo cambios en el proyecto de ley presentado por el gobierno al Legislativo, que liberaba de impuestos a productos como el pollo, la leche, entre otros. ¿Qué clase de mano negra pudo haber manipulado el texto y con qué intención? La respuesta está en la oposición que solo piensa en la vacancia.

Este no es un Congreso obstruccionista como el que le tocó lidiar a Pedro Pablo Kuczynski como presidente, es incluso peor. Es totalmente pernicioso para el país al sobreponer su interés político frente al beneficio colectivo. Es cierto, juega sus piezas en ese infeliz tablero político peruano, pero lo hace llevándose consigo a los ciudadanos que libran su propia batalla para poder sobrevivir a esta crisis.

Queda en manos del presidente Pedro Castillo observar el proyecto de ley tal como está, mientras el ruido del hambre se escuchará más fuerte en las calles. Por el contrario, si aprobase el texto, el mandatario quedará igual afectado ante la opinión pública. Es un jaque, una especie de llave griega de la mayoría del Congreso contra un Ejecutivo debilitado por las protestas. ¿Qué más sigue?