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Desde que Donald Trump asumió la presidencia de los EE.UU. como el 45° presidente de la nación más poderosa del planeta, en enero de 2017, sus opositores pretenden su caída. Lamentablemente, así es la política y el goce del poder todos lo quieren. Pasa tanto en los países desarrollados como en aquellos que no lo son. Primero fue la trama rusa que, según se decía, permitió que se encumbrara en la Casa Blanca, precipitando la caída de Hillary Clinton, la candidata demócrata, archifavorita para convertirse en la primera mujer que hubiera llegado al más alto cargo del país. Trump, con su discurso nacionalista, proteccionista y lleno de pragmatismo, sepultó a la clase política estadounidense. Primero, a los propios republicanos tradicionales, y luego a sus enemigos políticos, los demócratas. Solo pasó que Trump, con dos años y medio en el poder, anunciara su decisión de postular a la reelección para que las estrategias con el objetivo de destituirlo se pusieran en marcha. El argumento para hacerlo es imputarle haber convenido con el presidente de Ucrania llevar adelante un proceso para desprestigiar a Joe Biden, el vicepresidente demócrata de Barack Obama, quien seguramente se alzará como el candidato de su partido para las elecciones de 2020. Trump, con rápido reflejo, ha dicho que autoriza a que sean revelados las conversaciones que son objeto de la acusación. Con el realismo político que deseo imprimir a mis columnas, la posibilidad de un impeachment es bastante remoto. Es cierto que iniciado en la Cámara de Representantes, donde los demócratas cuentan la mayoría, se necesita la mitad más uno de los votos (218 de 435) para que pase al Senado. Eso seguramente pasará; sin embargo, el Senado sigue siendo un bastión republicano donde, siendo mayoría (53 de 100) para que Trump sea destituido, deben conseguirse 2/3 de los votos; es decir, 67. Tendrían que votar todos los senadores demócratas (45), los dos independientes y mínimo 20 republicanos. Eso no pasará y sus enemigos, buscando menoscabarlo, podrían terminar empoderándolo.