Hoy que la salud del expresidente Alberto Fujimori pende de un hilo, es un buen momento para recordar su gran aporte en la viabilidad del país. El esquema económico funesto que dejó Alan García con una hiperinflación como la que hoy experimenta Venezuela fue cambiado de raíz por el nuevo régimen que sorpresivamente se hizo del poder en 1990.
La economía se ordenó y a partir de allí se implementaron una serie de reformas como la apertura comercial, la independencia del Banco Central de Reserva, el rol exclusivamente subsidiario del Estado, la economía social de mercado, la creación de organismos reguladores, la fuerza de ley de los contratos con empresas extranjeras que impulsaron las inversiones privadas y un largo etcétera que fue consolidado por casi todos los gobiernos posteriores.
Todo quedó plasmado, precisamente, en la Constitución que hoy se pretende desterrar. Nadie va a negar que hubo un golpe de Estado en 1992 pero en 1995 el triunfo de Alberto Fujimori fue absolutamente legítimo y arrasador frente a Javier Pérez de Cuéllar. Luego, la presencia de Vladimiro Montesinos corrompió a las Fuerzas Armadas (rechazo la condena bajo “autoría mediata” por violación de derechos humanos) y el propio Fujimori fue claro cómplice de casos corrupción que hasta ahora viene pagando con la cárcel.
La captura de Abimael Guzmán y el golpe demoledor al terrorismo fue otro de sus grandes logros. En resumen, a pesar de sus pasivos, el régimen fujimorista ocupó y seguirá ocupando un lugar destacado en la historia del país por los cambios proverbiales que introdujo, por la estabilidad que representó y porque le dio al país la viabilidad de la que carecía. Será así pese a quien le pese, a los odios fermentados de quienes se han declarado su enemigo y al triste papel de quienes decidieron vomitar la bilis de su intrínseca maledicencia, alejándose de la lectura mesurada e imparcial que exigía la historia.