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Siempre en el ojo de la tormenta, el controvertido candidato a la Presidencia de Estados Unidos de América, Donald Trump, ahora es cuestionado por signos de machismo. Las recientes declaraciones de su propia esposa y el video que mostraría esa evidencia entran en el cúmulo de la montaña de excentricidades del magnate, que ya no sabe qué hacer para lograr remontar las encuestas, que lo están relegando respecto de Hillary Clinton, la candidata demócrata. La conducta de Trump, a mi juicio, no pondría en duda su inocultable sesgo machista. Si uno mira con detenimiento cuál ha sido su actitud con las mujeres a lo largo de la campaña, confirmará que el neoyorquino ha tenido muestras de desdén hacia la mujer en toda la expresión de su naturaleza como ser humano. Trump se olvida de que está compitiendo en las presidenciales de su país precisamente con una mujer, y eso evidentemente jugará como factor en contra debido a sus conocidas poses de “macho que se respeta”. Creo que el candidato está en una etapa de su participación política límite, es decir, los recursos que suponen tolerancia en su actitud se están acabando, si acaso ello no ha sucedido ya. La tendencia internacional es a seguir revalorando los derechos intrínsecos con que cuenta la mujer en diversos ámbitos de su vida social, y Trump pareciera no darse cuenta de ello. Su falta de percepción de la realidad lo sigue llevando cuesta abajo y la inminencia de marcar con mayor evidencia su fracaso mirando las elecciones del mes de noviembre próximo lo coloca en situación extrema, donde la vulnerabilidad de su conducta apasionada lo está consumiendo. En la tienda republicana hay un importante contingente de mujeres que no ve con buenos ojos su candidatura y hasta han habido diversos pronunciamientos en su contra. Trump tiene un inobjetable pasado que lo cuestiona en el respeto a la mujer, y ello será hábilmente administrado durante el tramo final de la campaña por la candidata oponente.