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El Perú entero, salvo los terroristas en todas sus variedades y los tontos útiles que les hacen el juego, sigue a la espera de la destrucción total del infame mausoleo terrorista descubierto hace más de dos años por este diario, pero que hasta el momento sigue en pie, a pesar de que todas las autoridades, desde el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski, ofrecieron traerlo abajo por ofender la memoria de las víctimas de la insania subversiva.

Hace pocas semanas se dio una ley en el Congreso para dejar de lado las indecisiones del Poder Judicial y del Ministerio Público y proceder al derribo de la ilegal estructura, pero los días pasan y nada se hace. En pocos días, el alcalde de Comas, Miguel Saldaña, dejará el cargo, y su “gran legado” será el mausoleo, que fue levantado sin que su gestión lo pudiera advertir.

Ayer, cuando se iba a realizar una reunión de coordinación para tomar acciones relacionadas con el mausoleo, un grupo de simpatizantes de la banda terrorista Sendero Luminoso hizo un poco de ruido. Lamentablemente, en el Perú este tipo de actos no pueden ser sancionados como se debería. Ni a los miembros del Movadef han podido meterlos presos.

Los terroristas asesinos se siguen burlando del Perú, mientras acá parece haber cosas mucho más importantes que insistir en el derribo de esa estructura, que rinde homenaje a los senderistas muertos en el motín de la isla El Frontón en junio de 1986. Solo en nuestro país pueden suceder estas cosas, que son una vergüenza y una afrenta a los caídos por acciones de Abimael Guzmán y sus cómplices.