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Martín Alberto Vizcarra Cornejo acaba de cumplir un año en Palacio de Gobierno y, si bien en el balance general tiene una nota aprobatoria, resulta imperativo que -de aquí en adelante- se despoje del lenguaje de candidato presidencial que lo domina en sus discursos y hable como Mandatario, el cargo que heredó del defenestrado Pedro Pablo Kuczynski.

Pruebas al canto. El sábado, en su alocución a través de sus redes sociales a propósito de la fecha, el jefe de Estado anotó lo siguiente: “Los peruanos estamos cansados de este flagelo (la corrupción). Si queremos ser un país grande y próspero, tenemos que erradicar ese mal, y para enfrentarlo necesitamos justicia igual para todos, que no se case con nadie”.

Y qué tal si el mensaje es así: “Los peruanos estamos hartos de la corrupción. Y como queremos ser un país grande y próspero, vamos a erradicarla caiga quien caiga, anteponiendo una justicia igual para todos”. Es distinto, ¿verdad? Aquí se denota acción, decisión, autoridad y convencimiento, o sea, gobierno.

Los ministros también están obligados a mimetizarse con esta forma de dirigirse a la población, porque redundan en los “se harán”, “la economía crecerá”, “la anemia se reducirá al 19%”, “niveles de delincuencia bajarán”, “se incrementará el sueldo a los profesores”; es decir, pasar de la promesa y los titulares futuristas a la obra tangible y la solución de los problemas.

El método del discurso es vital para dejarse entender, ganar la confianza del pueblo y levantar algunos aplausos, elementos que, por lo demás, Martín Vizcarra gusta que se vean plasmados en las encuestas. Depende de él entonces seguir en azul.