Finalmente, una coalición política en Israel que reúne a partidos que van desde la ultraderecha como el Yamina hasta la izquierda judía, a las que debe contarse a los árabes israelíes, con Mansour Abbas, líder del Ra´am, el partido islamista Lista Árabe Unida, logró formar gobierno al conseguir apretadamente 60 votos de 119, la confianza necesaria para acabar con los últimos 12 años de Benjamín Netanyahu en el poder, en este país del Medio Oriente.

Como se ve, el odio político no es un monopolio en nuestra región y en el Perú. Luego de que la semana anterior el presidente de Israel, Reuven Rivlin, fue notificado por el centrista laico, Yair Lapid, líder de la oposición política, de que habían conseguido consensuar una alianza para ponerle coto al premierato de Netanyahu, líder del poderoso Likud, hoy impactado con su defenestración democrática en la Knésset o parlamento, los acuerdos de la coalición han llevado al ultraderechista Naftalí Bennet, antiguo aliado de Netanyahu y considerado por éste, un traidor político, se ha alzado como el nuevo primer ministro del Estado de Israel y gobernará durante los dos primeros años, dejando el cargo en los dos siguientes, en manos de Lapid. Así son los acuerdos y en política donde el poder es lo que está en juego, hasta lo más inverosímil se convierte en realidad.

Por supuesto que Netanyahu no se ha quedado callado y ha vaticinado, al tiempo de que volverá pronto a conducir los destinos políticos de su país, la derrota y caída del nuevo gobierno, al que considera un peligro para Israel dada las actuales circunstancias de seguridad que vive el país por la amenaza del Hamas que controla la Franja de Gaza. Netanyahu no es cadáver político porque en política no hay muertos. En efecto, los que hoy se encuentran en sus horas aciagas, como el saliente primer ministro, podrían resucitar porque en política sus actores, que pugnan por el poder, podrían terminar como verdaderos Lázaros.

El nuevo gobierno de Israel tiene una valla muy alta en asuntos de seguridad que es tema medular para sus habitantes. Recordemos que Netanyahu cae por su inobjetable desgaste político asociado a actos de corrupción pues logró de EE.UU. el reconocimiento de Jerusalén como capital política de Israel y normalizó las relaciones con algunos países árabes.


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