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La agenda política del hermano país de Bolivia se ha visto nuevamente sacudida por algo que en realidad no debería sorprender: la intención del presidente Evo Morales de tentar una nueva reelección en 2019, con lo que, de ganar, se quedaría en el poder hasta 2025, pese al referéndum de febrero pasado, que le negaba esa posibilidad.

Y señalamos que esta intentona reeleccionista del presidente Morales, quien llegó al cargo en 2005, no debe sorprender porque el exdirigente cocalero es uno de los representantes del llamado “socialismo del XXI”, esos a los que les gusta perpetuarse en el poder a través de modificaciones constitucionales y reelecciones, tipo Hugo Chávez, Rafael Correa o Daniel Ortega.

En el caso de Morales, su argumento es que el proceso político que ha puesto en marcha es “sin retorno” y que si el pueblo lo decide, él se queda.

Todo esto ocurre luego de que en febrero último una consulta popular cerrara la posibilidad de un nuevo mandato para quien lleva 11 años en el poder con una política que al menos en materia económica ha sido favorable para el vecino país.

Si antes en la región teníamos los golpes militares, en los que los uniformados se quedaban en el poder indefinidamente gracias a las armas y los tanques, hoy existe esta corriente que han puesto en marcha algunos gobernantes para no irse nunca, lo cual es por igual un atentado contra la democracia y el equilibrio de poderes, por más elecciones que se den.

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